miércoles, 27 de julio de 2016

Alessandro Sessera

Hoy en día existen infinidad de programas instalados en las computadoras que nos facilitan nuestro quehacer científico, sin embargo, el más ingenioso de todos es el que inventara Alessandro Sessera en los años noventa.
            Cuando aún era estudiante, colaboró con grandes maestros y doctores de la informática, desarrollando un dispositivo que codificó y decodificó información para poder enviarla a través de las instalaciones eléctricas. La finalidad de esto era que, toda persona en el país pudiera acceder a la información mediante un sistema alterno a la Internet, con lo cual podría impulsarse el desarrollo, tanto tecnológico, como intelectual de la población. Argumentos de sobra hubo para promover este proyecto: la mayoría de la población tiene una conexión, la transmisión de los datos sería más rápida, eficaz y de mejor calidad, etc. Aunque, como es sabido, en este país basta un “no” desde los altos mandos para estancarnos en la mediocridad.
            Siendo un hombre profundamente comprometido, extrovertido y con amplios deseos de hacer un beneficio a la sociedad, dejó los laboratorios de la universidad para unirse al no poco numeroso grupo de inter-nautas que burlan los códigos de seguridad de grandes usureros cibernéticos. Durante algunos meses desarrolló programas para descargar películas, música, juegos y más; a diferencia de otros, los suyos trabajaban más rápido puesto que partían de la hipótesis llamada “microfragmentación”, la cual supone que un todo puede dividirse y subdividirse hasta niveles infinitesimales. Él mismo decía que sus programas funcionaban como un embudo: “si la información es muy grande difícilmente pasará por un espacio reducido, ahora bien, si la fragmentamos lo suficiente ésta cabrá sin problemas”. Gracias a sus numerosos y diversos programas era buscado en más de 10 países por piratería (excepto en el suyo), aunque en los sótanos del Mercado Hidalgo, los locales del Centro y los de la Fayuca, ya comenzaban a ponerle su altar, tanto por buenas ventas como por la oportunidad de tener un trabajo.
            En la segunda mitad de los noventa, cuando ya su fama era casi culto, un investigador de la Universidad del Estado procuró su paradero buscando en los mercados, los tianguis, bazares… pero nadie se atrevía a delatarlo. Después de algunos meses de obstinada persecución el maestro Cabanhas dio por terminada su búsqueda, pero la noche del 22 de agosto recibió un correo electrónico anónimo que lo citaba en el sótano del local 50, del centro comercial Jorge Murad. Era él.
            Cuando entró había sobre la pared varios monitores que aún no estaban a la venta en el país. Una luz blanca parpadeante marcaba el tiempo en que la vida de Sessera se movía. El escritorio de madera tenía la pantalla más grande que jamás se haya visto reposando horizontalmente, no había indicios de que utilizara teclado, ratón o CPU. Unas crenchas como el mecate caían desde su cabeza hasta la cintura; su mirada detrás de los lentes era metódica e inquisidora. Cabanhas podía sentir temblar su cuerpo.
            Escribir como se habla, éste era el objetivo, para eso lo estuvo buscando. Sessera había dedicado algunos años a dos proyectos similares; uno sólo escribía mientras se hablaba frente al micrófono; el otro, mediante un lector óptico, lograba transcribir cualquier escrito a mano al procesador de textos de la computadora. Así, hay quienes suponen que sólo modificó alguno de los dos programas, y otros afirman que tal vez los complementó. No obstante, es imposible saberlo a ciencia cierta porque nadie nunca ha encontrado dicho programa. Lo cierto es que su investigación para desarrollar aquel programa lo condujo a su creación máxima, que le ganara toda la fama de que hoy goza y le dejara una fortuna, presumible y calculable, mayor a la del explotador de los teléfonos.
            Primero, logró identificar los tonos máximos opuestos producibles por el aparato fonador humano, tanto los naturales como los falsos. Luego, partiendo de la misma hipótesis de sus programas, calculó los timbres producidos mil años atrás y producibles mil y un años en el futuro. Descubrió que el estado de ánimo y de salud determinaba el color de la voz y su frecuencia, y que ésta última afectaba de diferentes modos al cerebro humano sin que llegase, necesariamente, al umbral del dolor. Con todo este conocimiento creó el mayor de todos los inventos conocidos por el hombre. Hizo de la música una droga, dependiendo de los efectos que se quisieren tener bastaba con ajustar las frecuencias, timbres, colores de voz y tonos para relajarse o activarse.

            La primera vez que se pudieron observar los efectos de este programa fue en un bar de los Sapos, donde los asistentes terminaron con síntomas propios de fumar hachís, sin embargo, nadie acabó en la cárcel porque en realidad nadie estaba intoxicado. Se sabe que la mayoría de los narcos intentaron pagar cantidades enormes de dinero por tener una copia del programa, pero Sessera no vendió nada. Hoy en día ha disminuido el número de adictos a las drogas duras y ha aumentado el número de personas que prefieren explorar su conciencia gracias a Alessandro Sessera.

Aguilar Sánchez, Paul  (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Alessandro Sessera (inédito).

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