martes, 4 de octubre de 2016

Plenilunio

Alguna vez oí de una amiga un término sorprendente: terrores nocturnos. Después de algunas lecturas en psiquiatría descubrí que en realidad es un padecimiento común, aunque generalmente se presenta en los niños. Entonces pensé que el miedo puede ser de dos formas, innata e inducida. La primera forma de miedo es aun insospechada por la propia persona, está dada por la misma fisiología de la especie y determina las reacciones ante ciertos estímulos que son potencialmente veraces en el mundo: miedo al fuego, a depredadores, a la oscuridad… El miedo inducido es aportado por una infinidad de factores externos que están dados por la cultura, y que pueden modificarse infinitamente, es decir, hasta que la misma especie humana desaparezca. Así, el mismo miedo al fuego se verá asociado a creencias o ideologías, el miedo a depredadores con seres imaginarios y el miedo a la oscuridad a cosas desconocidas e incomprensibles del mundo natural y sobrenatural.
            Recordé que de niño soñé con un sillón individual que de a poco se descubría, en un cuarto oscuro, por la luz de un cerillo que yo mismo encendía. En aquel lugar todo era tenue, mi cerillo apenas dejaba ver el color verde del sillón, de ese verde mate que usan los militares; todo se hacía cada vez más pardo por el mismo lugar y porque mi miedo había encontrado su talón de Aquiles. Durante gran parte de mi infancia ese sueño asoló los confines de mi tranquilidad y despertó en mí una serie de terrores en los cuales imaginé todo tipo de seres al asedio, no sólo de mí, sino de mis sueños también. Ninguno de ellos, por más horrible que hubiera sido, podía ser llamado pesadilla sino aquél primero, por incomprensible, indescifrable y simbólico. He aquí los sueños de algunas personas con las que conversé después de la plática con Alexis:

La mujer elefante
Estuve embarazada; mi hija no nació o nació muerta, ya no recuerdo. Yo la arrullé aún después de perderla y la imaginé en mi regazo; luego, lentamente una lágrima corrió por mi cachetito tierno hasta ella, apenas la tocó y se desvaneció en el aire. Qué insoportable soñarla con su vestidito verde corriendo por la casa entera, brincando y pintando las paredes. Y yo la regañaba. Le decía: ¡Ane, te vas a caer! ¡Ane, no agarres! ¡Pero cómo la quería! en su sonrisa la mía estaba. Cuando la quería abrazar se escondía de mí y yo la llamaba desesperadamente sin encontrarla; y la oía, sabía que estaba ahí, en algún lugar de mi modesta casa, pero mis sueños me abandonaban y despertaba en mi cama sola, abrazando la almohada. En la tele vi a una mamá elefante cuidando a su crío de los depredadores y éstos se lo comían, el primer plano mostró una lágrima verde escurriendo por la cara del animal. Allá por el noventa y cinco soñé (con mucha angustia) que era un elefante viviendo en un multifamiliar, mi hija se había transformado en el pequeño elefante, la pude reconocer porque los ojos nunca engañan a las madres. Un día vi cómo mi elefantita salía de la casa y a los pocos minutos pedía auxilio, sin poder ver lo que afuera sucedía, oía golpes, rugidos y chillidos que me alarmaron. Quise salir, pero mi enorme cuerpo se vio atrapado en de la puerta del último cuarto. Estiré la trompa, la sentí forcejeando con algo desconocido, por más que enredamos nuestras grandes y largas narices no pude salvarla, se la habían llevado. Con mi paquidermo llanto, crecí incontrolablemente hasta colmar la habitación, de la presión finalmente me asfixié y sucumbí al desmayo… soy una elefante llevando el llanto verde de mis penas. Cómo puede ser posible que no vean mi nariz…

El hombre atrapado
Mi nariz creció y tuve cuidado de no golpear a las personas. Creo que era más grande cuando hacía frío. Lo peligroso no era la nariz, sino el filo que tenía; parecía que era un gigantesco cuchillo capaz de rebanar todo cuanto le pusieran enfrente: madera, metal, rocas… todo. Para demostración, a mis amigos complací cortando los muros de mi casa, les decía: quieren ver la nariz fantasma, y corría directo a los muros derritiéndolos al instante, ellos sonreían conmigo y exclamaban: chico, estás loco, deja te limpiamos la nariz que te la has manchado de sangre. Miraba con incredulidad sus acciones: no es sangre, es que también derrito concreto… Un día en que me desesperé me decidí a derrumbar el edificio y con mi nariz fui cortando los pilares que sostenían el hogar de mis vecinos, nadie bajó a reclamar, a nadie le importaba. Corrí a través de los muros pero en el último me atoré, mi cabeza se había comenzado a hinchar y al parecer perdía su propiedad fantasmal de ignorar los muros. Estuve atrapado en las paredes por 220607 años pleniluniales hasta que una esfera de cristal rebotó de tal modo que tocó tres planos del cuarto al mismo tiempo y me liberó. Al salir de mi prisión el mundo había cambiado, las personas como yo fueron llamados locos, esquizofrénicos, bipolares y en fin, como el capricho de la psicología quiso. Así que me emparedé nuevamente, esta vez corrí lo más veloz que pude por el atrio de la catedral y empiné la cabeza hacia el pilar izquierdo de la puerta del perdón, no había mejor lugar para permanecer eternamente. Aquí sigo…

El rincón
Hay una señora dueña de las mareas[1], su voluntad mueve mi corazón y a veces agita el miedo de mis dientes. Ella es su madre. En las noches en que brilla completamente y eleva los océanos, él aparece de la nada postrado en la esquina de mi habitación. Delgado, alto, con el sobrero negro y un capote que llega hasta el suelo, sus manos son delgadas y finas, como si su trabajo no fuera pesado, sus zapatos están llenos de polvo como si fuera un caminante, pero no camina, siempre está ahí en el rincón. A veces cuando duermo siento que se recuesta a mi lado y entonces despierto asustada. Nunca lo he atrapado en el acto, sin embargo, puedo asegurar que en una de tantas veces sentí su abrazo frío rodear mi cintura y respirar su cálido vaho en mi oído, creo que ese día, cuando sentí que se levantaba, tuve miedo de que se esfumara. Ha habido muchas ocasiones en que lo he corrido, pero pareciera que su atrevimiento le hace permanecer inmóvil frente a mi cama. Sé que me mira, aunque no veo sus ojos yo sé que me observa desde ahí, bajo la sombra del sombrero. El 14 de febrero, cuando la señora de las mareas sonrió la noche, dio un paso hacia delante. Lo noté porque mi memoria recordó perfectamente el lugar donde hubo estado por los últimos 8 años. No sé qué pretenda, ya ha pasado mucho tiempo y aún no alcanza la cama. Me angustia su quietud, su silencio me hace pensar tantas cosas que a veces no consigo dormir. Hoy será luna llena, los dos centímetros que nos separan tal vez se borren. Qué cansada estoy, tal vez no sea nada…



Recogiendo los pasos
Mi muela tronó y el dolor fue tan insoportable que estuve a punto de perder el conocimiento, alguien iría a morir. Ya para el viernes velamos a la abuela y como no somos de los que acostumbran a permanecer mucho tiempo con el cuerpo, la enterramos a primera hora de la mañana; primero porque algo extraño había hecho que su descomposición se acelerara, y en segundo lugar porque el deseo de la abuela siempre fue entrar al camposanto apenas Dios se levantara. Oí de muchos vecinos cierta intranquilidad por escuchar que alguien caminaba por la sala, la cocina o el patio, todos ellos fueron amigos de mi abuela. No es raro aquí en Camotlan que los muertos recojan sus pasos, pero ciertamente nadie había caminado tanto como mi abuela. Dicen que algunas veces, en el campo, se oye a la abuela pizcando el frijol que ha quedado olvidado, que en la casa del padre hace un novenario cada fin de mes y que ha recorrido muchos de los caminos que nos llevan hasta Huajuapan de León, por los que ella pasó cuando era niña. Mi mamá platica con ella los sábados antes de ir al mercado, después dice que me deja con ella para que continuemos conversando, pero yo no quiero. Mi abuela me quería mucho. Un día me dijo que cuando muriera vendría por mí para que la acompañara en su camino, pero yo no quiero.

El señor del templo Expiatorio (sueño relatado por escrito)
Barrí la sacristía como todos los lunes, estaba por recoger la basura cuando entró un hombre vestido de negro; como si fuera un fraile de hábito negro. Nunca pude verle la cara por más que intenté. Una voz ronca y grave salió de la sombra que le hacía el capuchón: no volverás a hablar hasta el día de tu muerte. Enmudecí desde ese preciso momento sin poder preguntar por qué; corrí hasta la imagen del Cristo crucificado e intenté hablarle alguna palabra de ayuda, pero no pude. Dice el dicho que si no hablas Dios no te escucha, y a mí me pasó exactamente eso. Mi esposa no me creyó pese a que le escribía en papelitos mi historia y mi angustia. Cada mañana despertaba pensando que sería el último si acaso de mi boca, y por inconsciencia u olvido, daba los buenos días a mi mujer. Sabía que no moriría cuando ni ¡ah! podía decir. Algunos días más tarde pensé en la posibilidad de morir en algún otro momento, es decir, pensé en dos cosas, la primera que cuando mi voz regresara simplemente sería un aviso de que la muerte estaría cercana y que no pasaría de ese día; la segunda que mi voz podría regresar en cualquier momento y no precisamente en la mañana, así, el momento preciso en que dijera cualquier cosa sería mi último momento. Dado que mis pensamientos me hicieron suponer que mis palabras valdrían mucho cuando las dijera nuevamente, pensé en una serie de ellas que fueran las mejores de mi vida; como resultado las únicas que intentaría decir serían: Gracias Dios. Un día estaba sentado en la banca del patio y mi esposa se acercó hasta mí, me abrazó fuertemente como si no quisiera perderme, un hormigueo inquieto apareció en mi garganta y supuse que mi voz estaba por regresar. Pensé, guardo silencio y no le digo nada para amarla hasta que la otra muerte, la natural, nos separe, o hablo en este instante en que tengo la necesidad de decirle cuanto la quiero. Escribí en dos papelitos las palabras que quería decir. Abrí uno, lo puse en las manos de mi amada y le cerré el puño como indicando que no lo viera aún; me miró a los ojo, le sonreí y le di un beso… te amo.

El vagabundo[2]
Es la noche de navidad, los niños corren hacia mí y con sus voces tiernas me llaman abuelo, los abrazo sin que en mí exista el deseo de dejarlos nunca más. La mesa está servida con la mejor basura de la ciudad, mis hijos comerán con una felicidad incomparable y entre sus dientes se podrán observar algunos residuos putrefactos de comida y pelos de animal; alguien arrancará una pata de perro y del especiero agregará un poco de sarna tan sólo para darle sabor (yo les enseñé ese truco). Mi amada esposa (¿la ve?) está parada frente a la ventana, mirando a la señora de las mareas que en lo alto finge sonreír. Qué haces amor mío. Alejándome de ti… Hay desconcierto en el banquete, es un sueño, mi pantalón se desgasta en un instante y una mancha líquida comienza a dibujarse por la entrepierna, a dónde se va todo el mundo ¡Hija, Jahitzin!…

            Los temores de las personas fueron asombrosos, algunos otros que ya no recuerdo siguen dando vuelta en mi cabeza. Sé de algún otro que soñaba escribir y cuando despertaba había olvidado todo, no parece sorprendente puesto que a todos nos ha pasado algo similar, la cuestión está en que esta persona llevaba dos años soñando lo mismo, una y otra vez se repetía, sabía que era el mismo porque la huella que dejaban le hacía pensar eso, sin embargo, a la mañana todo se había borrado, ningún título, ninguna frase, nada. Sometido a hipnosis pudo rescatar estas letras: MUTNTOGRFAS.




[1] El sueño anterior y éste hablan de una “Señora de las mareas”, no hace falta ser muy letrado en los arquetipos sociales para darnos cuenta que ambos relatores se refieren al mismo ente. No es necesario pensar que las personas se conocen o que comparten gustos o aficiones; no, la misma cultura en la que ambos se han desarrollado les hace referirse al mismo “ser” del mismo modo. Es como si al dar una dirección nombráramos algún punto conocido de la ciudad para ubicar a nuestro caminante; la Señora de las mareas es la misma que a todos nos puede hacer soñar, es la misma que está y no desde el comienzo de nuestros días y hasta el final de ellos.
[2] Mientras me refería su sueño quedó hipnotizado por el mismo. Quise esperar a que despertara, sin embargo no lo hizo. La noche del 23 de diciembre de 2008 falleció bajo el puente de Ovando, de entre sus ropas encontré una foto, una mujer hermosa quien supongo es aquella que me pidió viera. Tenía una gran cantidad de cartas y todas destinadas a … las quemé para no despertar la curiosidad de los chismosos.


Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografía: Plenilunio (inédito)

domingo, 2 de octubre de 2016

Qué es esto


Se sabe, gracias a algunos sueños intranquilos, que existe un lugar en donde todo puede ser; lo que en la realidad se ha anhelado y ha quedado frustrado, tiene materialidad onírica en ese espacio insospechado: los deseos, los impulsos, los sueños, ideas, fobias reprimidas, pensamientos insanos, odios, amores… absolutamente todo lo que en nuestro mundo no ha obtenido su concretud. Ahí surgen las pesadillas y los despertares tranquilos; los juramentos de amor y las palabras imposibles que no decimos cuando sabemos que todo terminó; ahí se crean los placeres de una pareja cuando se miran antes de dormir y no dicen nada. Borges ha compilado una serie de entes en un libro que escribe junto con Margarita Guerrero y donde figuran varios de los seres imaginarios que habitan ese lugar. Hay conceptos, ideas e irreverencias orbitando el infinito espacio de las sombras.
            Ahí el silencio atraviesa el cuerpo y lo deja en estado de angustia, de incertidumbre. Si por azar se es de los que tienen ojos, éstos de poco servirán. Unos pequeños destellos de luz, como estrellas que muy en la distancia gelatinosa hay, apenas un instante se muestran cuando ya han desaparecido; se dice que son ideas; hay ocasiones que el lugar parece una noche estrellada. Si se es de los que tienen un hueco por ojos se está en una posición ventajosa. La conciencia despierta a través de los sonidos, ecos y demás ondas que invaden el cuerpo. Pese a que el ambiente crea extrañeza, de a poco uno irá acostumbrándose a la espesura del aire, a la pesadez del sentimiento que algunas veces llora, a la aflicción del amor o a la sonrisa lastimera del desengaño. Si algún aventurado osa poner un pie en ese lugar, sus pasos producirán un eco mórbido que temblará los huesos y la piel dejará chinita. Las ondas podrán verse en el camino mientras se alejan, sin que en ellas se perciba algún tipo de voluntad que las haga regresar. Se recomienda anular todo tipo de miedo, puesto que se podrían imaginar seres perversos que, obviamente, aparecerían ahí; sería mejor pensar en Mentor o incluso alguna figura que haya sido (o sea) arquetipo de bondad. Evite gritar, su angustia por no encontrar a nadie crecería al percibir los mil colores en que su voz se transforma al articular cualquier tipo de auxilio verbal. Aunque se sienta triste en aquel lugar, evite llorar, las lágrimas son mal vistas por los que no residen su “yo”; Alterimonios acechan el llanto para reír en su oído, literal, en su oído. Analice el ejemplo:

…las veo irse hasta perderse en la conjunción del infinito y mi pupila… ¡hay alguien aquí! Mis palabras rebotan sin respuesta y se amalgaman en colores impensados. Todo flota. Un carrito de mi infancia aparece, recuerdo su presencia en una lista de regalos que nunca llegó ¡qué mundo tan perverso que nos hace soñar! ¿es ese el progreso? La oscuridad lo devora así como la memoria terminará consumiéndose en sus propios recuerdos. Aparece una larga fila de objetos sin tópico aparente de clasificación; bien podría ser formal o informal; o bien por color, tamaño, propiedad, funcionalidad o grado de deseo frustrado, creo que tengo miedo. Una nube obscura se acerca…

            No hace falta leer más de esta aburrida anécdota. Es evidente la nostalgia victimaria que domina en las sombras. Qué no habrá en ellas; una niña que caminando llora como lamentando la muerte de su padre y en sus gritos la inspiración del poeta para escribir La Micaela, canción del Istmo que musicalizara Andrés Henestrosa y que llamara La Martiniana en honor a su madre. Imaginemos el dolor sufrido de la niña que es capaz de grabarse en la mente del poeta como palabras extenuadas. En otro apunte del anecdotario se puede observar un nombre cuya naturaleza aún es incierta: Jahitzin. Los etimólogos no aciertan en su origen porque la primera parte del nombre parece algún tipo de variante del hebreo, y la segunda una variedad del nahuatl clásico. Quién, en su más lúcida imaginación, habría concebido nombre tan imposible, en qué momento y por qué. No importa ahora, el nombre pertenece al mundo de las ideas; jamás fue en este mundo y jamás habrá persona que pueda llevarlo de pila.
            Ahí un papelito que versa: “abuelita Aurorita, no se te olvide, 2 28 90 87…” que seguramente se olvidó. Cartas de amor que nunca fueron entregadas, ora una que dice: “não vai acabar nos olhos esse amor, você duvidou quando chorei, chegou batucando quase me mata sambando com o coração cansado de sofrer, jurar jurei,  jurei que jamais ia por nada chorar,  foi promessa de samba melancolia, jurei te amar na saúde, na doença e na dor, é bom cumprir as juras de amor...[1], ora otra que afirma: “les parois de ma vie sont lisses, je m’y accroche mais je glisse, lentement vers ma destinée, mourir d’aimer…[2]. No cabe duda, ahí, en el lugar de las sombras, existen todos los secretos, desde el mapa verbal del tesoro de Moctezuma y la ubicación del origen de la vida, hasta el primer libro sagrado, el primer Dios, los Dioses posteriores y el Dios actual. Todo confundido a la espera de una puerta que los haga salir, a la espera de una mente que los materialice. Dicen que mientras la esperanza viva el lugar seguirá creciendo. Sus confines son inalcanzables, si se conoce algo de él apenas será una ínfima parte, que lógicamente hará surgir la duda: qué es esto. Paradójicamente la respuesta estará ahí mismo.




[1] La inclusión de la canción “Juras de samba” de Carlinhos Brown nos hace suponer que el autor infiere cierta relación metafísica entre su propio sentimiento y el de la canción; en otras palabras, pareciera que la letra expresa aquello que él, por imposibilidad léxica, no puede; convirtiendo a la letra en una catarsis anhelada y en un elemento intertextual con cabida narrativa.
[2] La segunda canción pertenece al cantante francés Charles Aznavour; los motivos por los cuales la incluye aún son inciertos.


Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Qué es esto (inédito)

domingo, 25 de septiembre de 2016

Colapso: el delirio de Emilho Cabanhas


Madre mía, dime a dónde has ido, cómo es el lecho que te guarda o cuan amargo el aire que respiras por mi culpa. Dime si verdaderamente es lejano el regazo de tus brazos o frío el vientre que me espera. Dime madre mía, confiésame hoy que no soy tu hijo; niégame, te lo pido, para que los errores de mi vida no causen penas en tu pecho, niégame para quitarme esta aflicción de no tenerte en mis últimos suspiros. Mira cómo me has amado y yo sin ser digno de tu cariño. Mira cómo te he dejado, tan sin vida ni fortuna. Soy culpable de tu agonía, de tu dolor y sufrimiento. Soy la penuria de tus ojos y el vahído de tus piernas. Ven, hoy quiero que escribas en el cielo mi destino, que acicales mi memoria y me renazcas digno de tu seno, que me consueles el miedo, me señales el camino y me duermas como cuando era un niño. Ven madre mía…
            A veces siento que los odio. Te odio Manrique, a ti y a tus coplas que desolaron mis pensamientos, a tu río y mar que ahogaron mi camino. Te odio Zolá, por ligarme al medio y descifrar mi destino, porque soy imagen y semejanza del lugar donde nací, al estudio y los amigos que tuve, porque soy lo que han hecho de mí tus teorías y el reflejo de mi padre. Te odio Márquez porque lloré cuatro veces mi muerte en Macondo. Te odio Tehodor Busbeck, porque en tus líneas ya había visto lo trágico de mi historia, porque tenías razón. Te odio Gigante por matar en vida a José padre y José hijo y por abusar de la mujer que amaban. Te odio Frankeinstein, porque en esta vida sólo queremos ser felices a pesar de nuestra dolida monstruosidad. Cuánto los odio y los admiro…
            Confieso. Cuando era un niño imaginaba ponerme en los ojos de quienes me miraban para conocer cómo era visto, cómo era el mundo desde otro plano de la percepción, nunca tuve éxito. Confieso haber tenido un primer amor y un primer beso en el enseño básico, desde entonces conocí la excitación después de que esos labios me dejaran un ligero cosquilleo sobre el paladar. Confieso haberle robado su límpida inocencia con mis manos honestas debajo del escritorio. Confieso haber mentido por pena cuando verdaderamente amaba a la chinita del Apostolado. Confieso haber llorado siempre que me sentía sólo y desprotegido. Haberme emberrinchado por cualquier juguete. Haberles robado las oportunidades a mis consanguíneos. Haber fingido nuevamente el no sentirme mal cuando descubriera que Denisse no me amaba. Haber deseado la muerte de otros. Robar la confianza de los padres de mi primera novia formal y desmoronarle a ella sus sueños del primer amor. Confieso haber amado demasiado a Fabiola y seguir amándola muchos años después de que desapareciera de mi vida. Confieso haber gastado hasta los recursos más perversos para que estuviera conmigo y haberla buscado en tres ocasiones posteriores a su ida. Confieso no haber amado tanto como dije a Nandinha y haberla hecho sufrir como el peor de los hombres del mundo que fui. Confieso haber dudado de mi sexualidad cuando corrió el rumor de que la chica que me gustaba era hombre; bien merecida la bofetada que me diera cuando en la cama le gritara ¡porra, e eu que não acreditava neste cu! Confieso haber matado a decenas de ratas y deleitarme con sus chillidos, de ahí que ame los sonidos estridentes. Confieso, confieso, confieso… no sentir arrepentimiento.
            Oigo el trote de tu caballo Miguel, allá en la Media Luna nos lloran tus muertos. Ahora sé, como tú, qué es fallecer sin ser querido. Colapso; como hace algunos años lo hiciera mi madre frente a mí, la diferencia tal vez radique en que no soy consciente de quién me llore o quién se alegre. No veo ninguna luz ni nada que se le parezca; acaso un pequeño punto negro que siento distante pero nada de lo que dicen por ahí. No hay nada después de la vida, la muerte simplemente es una oquedad y un silencio que fulmina, es una eternidad muda de instantes con miedo. Niña, cuando yo muera no llores sobre mi tumba, no escucho tu voz, por qué no me cantas para que no me muera, por qué no me lloras para que luego muera. Cómo hemos llegado hasta aquí, cómo es posible haber crecido tanto y no sentir pánico por sabernos efímeros. Te necesito madre mía, quién ha de llorarme la muerte sino quien me lloró la vida. Te necesito amor, quiero volver a tus brazos aunque sea de mentira.
            A dónde queda el sentido de la vida si todos morimos, a qué la vida si nada estará para siempre en nuestras manos ni en nuestras mentes. Por qué no simplemente me muero, por qué tengo que pensar la vida. ¡Ay esta agonía! Pareciera que llevo mil años procurando la muerte.

            Algo me toca; es una sombra quien me toma del brazo, me levanta de mi lecho de muerte y me hace caminar. Allá adelante puedo ver más sombras que deambulan pero a todas las conozco; es como un sueño donde sabes quiénes son las personas a pesar de haber mudado a la referencia que hacías de ellas. Estoy en mi casa, pero la de cuando era un niño; de hecho creo ser nuevamente un niño, la sombra de un niño. Me siento feliz, hay una sombra que me abraza y me arrulla como si fuera suyo. Es mi …

Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Colapso: el delirio de Emilho Cabanhas (inédito).

jueves, 18 de agosto de 2016

Los inventos de Sessera

Nuestro gran inventor de la actualidad ha sido autor de innumerables creaciones tecnológicas, que dentro de las áreas científicas han colaborado al estudio profundo y preciso de los fenómenos del mundo natural; en tanto que, dentro de las áreas sociales, han satisfecho los más amplios deseos de la población con artículos para el hogar que facilitan la vida de los más. Como ya algunos de nosotros estamos enterados, se sospecha de él como el más grande promotor de la piratería en los últimos años gracias a algunos programas computacionales adjudicados a él, también sabemos que sí es el creador de un programa capaz de convertir a la música en droga que, sin embargo, no es dañina para el cerebro y por el contrario a todas, nadie necesita pagar cuantiosas sumas de dinero para conseguirla, puesto que dicho programa está a la venta en muchos tianguis de la ciudad de Puebla a muy bajo costo.
            Alessandro, además de ser buscado por muchos países, también se encuentra desarrollando tecnologías para otros más, como el reactor nuclear secreto de los Birmanios; el megatelescopio para estudios y búsqueda de vida en otros planetas de la República Independiente de Bantú; el sistema de desarrollo de programas computacionales bioelectrónicos para la creación de vida artificial; el descompresor de luz que permite obtener un máximo de quants de partículas mínimas reconocibles como luz, entre otros tantos.
            También es sabido que no todos sus inventos han tenido una vida funcional al cien por ciento, ni han sido totalmente prácticos para las necesidades que fueron creados. Sabemos que inventó una impresora lasser que tenía integrada una tarjeta I.A. y que, en teoría, ayudaría a mejorar tanto a las impresiones como al contenido inteligible de los documentos. Así, cuando uno imprimía cualquier trabajo escolar, la máquina era capaz de reconocer si había fallas de redacción, coherencia, ortografía e incluso modificaba el tipo de formato que ocupaba la persona, priorizando sobre los modelos más aceptados y utilizados por las universidades: APA, MLA, HARVARD o CHICAGO; además utilizaba tipografía de acuerdo con el tema, era capaz de reconocer si el trabajo era escolar o si era una carta de amor, y seleccionaba automáticamente el mejor tipo de letra para cada uno de ellos. De igual modo, cuando se trataba de copiar algún texto de imagen, como una pintura o alguna fotografía, seleccionaba el tipo de papel según el número de pixeles para el tipo de impresión que haría, todo con la finalidad de obtener en la superficie plana de la hoja la mejor nitidez de la imagen.
            Esté invento duró funcionando aceptablemente por unos dos meses hasta la llegada de un aditamento (también hecho por Sessera), el cual le permitía revisar los documentos a través de una base de datos actualizable cada 22 horas vía red. Sin embargo, algunas previsiones elementales pasadas por alto, hicieron de la máquina la primera en ser autónoma e independiente; con tal que era capaz de discernir entre lo que estaba correcto en un escrito, hasta sugerir nuevas ideas en el mismo. El problema fue de dos tipos, uno de orden práctico y otro de orden teórico. El primer error estuvo en que la máquina, al ser capaz de sugerir algo en un texto, adjuntaba cuartillas y cuartillas hasta la bastedad sobre los posibles puntos y rumbos que tomaban los estudios de cualquier área, creando así tomos para un trabajo de cinco cuartillas y que, obviamente, los usuarios de las impresiones no necesitaban en ese instante, ellos sólo querían sus cinco cuartillas a pesar de que ya se hubiesen impreso las más de quinientas de sugerencias. El segundo error estuvo en que, si bien la máquina había adquirido cierta inteligencia artificial por el nuevo aditamento, también había adquirido ciertas tendencias humanas al perfeccionismo vano y sin sentido. Era recurrente en los trabajos sobre humanidades que la máquina hiciera un análisis primero de la definición de los conceptos, luego de los mismos conceptos y finalmente de cómo están utilizándose.
            Existe la anécdota de un trabajo sobre literatura que llevó más de dos años en imprimirse gracias a la disputa intelectual que la impresora tuvo con el texto mismo, al que procuraba comprender, sugerir y no invalidar. Así la impresora, cada vez que intentaba imprimir, tardaba, en los casos más simples, cerca de una semana o dos, siendo el de mayor tiempo aquel que referimos hace un momento.
            Alessandro previó que la maquina estaba en el punto de ser en sí misma un peligro para el intelecto humano, es decir, dentro de poco la impresora asumiría que nadie tendría la razón y que por tanto ella debería reeducar a la raza humana en los millones de conceptos errados que conservaba hasta la actualidad. Entonces realizó otro chip lleno de preguntas ancestrales y sin repuesta humana, con la finalidad de calentar la tarjeta I.A. de la impresora, no obstante, respondió las millones de cuestiones que tenía el chip sin ninguna dificultad, y a muchos de los que conocimos las respuestas nos sorprendió la indiferencia con que muchas de ellas se presentaban. Recuerdo su respuesta a ¿cuál es el sentido de la vida? Ninguno (responde la máquina), es una estupidez propia del ser humano creer que todo tiene sentido y creer que existe algo por hacer en la vida que satisfaga nuestra incompetencia para morir. O ¿quién es Dios? Dios es una creencia humana, simple, absurda y sin sentido, no presenta más complejidad que el mismo estado de acomplejamiento en que vive el hombre y, a pesar de que existe gracias a la misma creencia, no está interesado en los problemas que aquejan a la humanidad, simplemente tiene mejores cosas que hacer que estar perdiendo el tiempo con seres efímeros que no le producen ningún beneficio. O ¿cuál es la verdadera religión? Ninguna y todas a la vez, ninguna porque hasta la fecha no existe una forma de relacionarse con Dios, y todas porque sin importar cuál de ellas se escoja, todas son una pérdida de tiempo para el hombre. Muchas otras respuestas dio y muchas otras prefirió omitirlas dando un mensaje de: el hombre no está preparado para la respuesta.
            Quizás algunos piensen que lo más fácil hubiera sido desconectarla, pero, como hemos dicho, Alessandro Sessera era una persona responsabilísima y no podía permitirse la destrucción de algo muy suyo como este invento: tenía el complejo de Frankenstein. La impresora simplemente fue desconfigurada en un proceso que duró más de tres años, porque, primero había que convencerla de que también era propensa a enfermedades virales y que, por tanto, había que vacunarla (sabemos para qué era la vacuna). Segundo, porque había adquirido cierta configuración humana que nos impedía pensar fríamente (simulaba dolor). Tercero, era la mejor máquina jamás antes inventada en todo el mundo.

Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Los inventos de Sessera (inpedito).

miércoles, 27 de julio de 2016

Alessandro Sessera

Hoy en día existen infinidad de programas instalados en las computadoras que nos facilitan nuestro quehacer científico, sin embargo, el más ingenioso de todos es el que inventara Alessandro Sessera en los años noventa.
            Cuando aún era estudiante, colaboró con grandes maestros y doctores de la informática, desarrollando un dispositivo que codificó y decodificó información para poder enviarla a través de las instalaciones eléctricas. La finalidad de esto era que, toda persona en el país pudiera acceder a la información mediante un sistema alterno a la Internet, con lo cual podría impulsarse el desarrollo, tanto tecnológico, como intelectual de la población. Argumentos de sobra hubo para promover este proyecto: la mayoría de la población tiene una conexión, la transmisión de los datos sería más rápida, eficaz y de mejor calidad, etc. Aunque, como es sabido, en este país basta un “no” desde los altos mandos para estancarnos en la mediocridad.
            Siendo un hombre profundamente comprometido, extrovertido y con amplios deseos de hacer un beneficio a la sociedad, dejó los laboratorios de la universidad para unirse al no poco numeroso grupo de inter-nautas que burlan los códigos de seguridad de grandes usureros cibernéticos. Durante algunos meses desarrolló programas para descargar películas, música, juegos y más; a diferencia de otros, los suyos trabajaban más rápido puesto que partían de la hipótesis llamada “microfragmentación”, la cual supone que un todo puede dividirse y subdividirse hasta niveles infinitesimales. Él mismo decía que sus programas funcionaban como un embudo: “si la información es muy grande difícilmente pasará por un espacio reducido, ahora bien, si la fragmentamos lo suficiente ésta cabrá sin problemas”. Gracias a sus numerosos y diversos programas era buscado en más de 10 países por piratería (excepto en el suyo), aunque en los sótanos del Mercado Hidalgo, los locales del Centro y los de la Fayuca, ya comenzaban a ponerle su altar, tanto por buenas ventas como por la oportunidad de tener un trabajo.
            En la segunda mitad de los noventa, cuando ya su fama era casi culto, un investigador de la Universidad del Estado procuró su paradero buscando en los mercados, los tianguis, bazares… pero nadie se atrevía a delatarlo. Después de algunos meses de obstinada persecución el maestro Cabanhas dio por terminada su búsqueda, pero la noche del 22 de agosto recibió un correo electrónico anónimo que lo citaba en el sótano del local 50, del centro comercial Jorge Murad. Era él.
            Cuando entró había sobre la pared varios monitores que aún no estaban a la venta en el país. Una luz blanca parpadeante marcaba el tiempo en que la vida de Sessera se movía. El escritorio de madera tenía la pantalla más grande que jamás se haya visto reposando horizontalmente, no había indicios de que utilizara teclado, ratón o CPU. Unas crenchas como el mecate caían desde su cabeza hasta la cintura; su mirada detrás de los lentes era metódica e inquisidora. Cabanhas podía sentir temblar su cuerpo.
            Escribir como se habla, éste era el objetivo, para eso lo estuvo buscando. Sessera había dedicado algunos años a dos proyectos similares; uno sólo escribía mientras se hablaba frente al micrófono; el otro, mediante un lector óptico, lograba transcribir cualquier escrito a mano al procesador de textos de la computadora. Así, hay quienes suponen que sólo modificó alguno de los dos programas, y otros afirman que tal vez los complementó. No obstante, es imposible saberlo a ciencia cierta porque nadie nunca ha encontrado dicho programa. Lo cierto es que su investigación para desarrollar aquel programa lo condujo a su creación máxima, que le ganara toda la fama de que hoy goza y le dejara una fortuna, presumible y calculable, mayor a la del explotador de los teléfonos.
            Primero, logró identificar los tonos máximos opuestos producibles por el aparato fonador humano, tanto los naturales como los falsos. Luego, partiendo de la misma hipótesis de sus programas, calculó los timbres producidos mil años atrás y producibles mil y un años en el futuro. Descubrió que el estado de ánimo y de salud determinaba el color de la voz y su frecuencia, y que ésta última afectaba de diferentes modos al cerebro humano sin que llegase, necesariamente, al umbral del dolor. Con todo este conocimiento creó el mayor de todos los inventos conocidos por el hombre. Hizo de la música una droga, dependiendo de los efectos que se quisieren tener bastaba con ajustar las frecuencias, timbres, colores de voz y tonos para relajarse o activarse.

            La primera vez que se pudieron observar los efectos de este programa fue en un bar de los Sapos, donde los asistentes terminaron con síntomas propios de fumar hachís, sin embargo, nadie acabó en la cárcel porque en realidad nadie estaba intoxicado. Se sabe que la mayoría de los narcos intentaron pagar cantidades enormes de dinero por tener una copia del programa, pero Sessera no vendió nada. Hoy en día ha disminuido el número de adictos a las drogas duras y ha aumentado el número de personas que prefieren explorar su conciencia gracias a Alessandro Sessera.

Aguilar Sánchez, Paul  (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Alessandro Sessera (inédito).

martes, 19 de julio de 2016

Defensa de un pensamiento trastornado

Un niño feo en la calle grita !extra, extra, persona demente vaga por las calles de la ciudad asustando a medio mundo, extra, extra! ¡los testigos afirman que es un ser mitad hombre mitad bestia!
            En realidad el periódico no dice eso, se trata de un pobre sujeto que supuestamente está loco y grita desesperadamente sin que alguien pueda comprender lo que dice ¡pobre loquito! Ayer fue visto en la iglesia de Santo Domingo, ahí donde fue mi boda con el profesor (¿se acuerdan de mi vestido verde?). Dicen que hasta tuvo que llegar la fuerza pública para evitar que lastimara a alguien con sus movimientos tan poco controlados ¡qué loco, no!
            ¡Huele a perro muerto! Opina una señora que estuvo a punto de ser herida. Algunos dicen que en sus ojos se puede ver un sufrimiento que quema como si fuera un odio inmenso; lo comprendo porque he sentido eso a veces. Otros creen que es víctima de un experimento científico y escapó en busca de lo silvestre, y no pudiendo más tomo a la ciudad como su hábitat de residencia ¡qué lindo animalito, no!
            En otros periódicos se sugiere la idea de que este hombre es un chacal, una quimera o un paquidermo onírico. Supongo que esto lo han inventado esos despreciables periódicos, y las revistas tontas de literatura, que ficcionalizan todo sin el más mínimo respeto a lo que es la realidad; aunque, los gritos del loco sí son semejantes a los aullidos de ese animal, si no es que los aullidos del animal se parecen a los gritos de este loco ¡qué lindo animalito, verdad!
            Ojalá algún día se muera porque (quiero comprarme uno) el sufrimiento no es útil, además, a quién demonios va a interesarle la vida de un demente, no, no, no. Deberíamos exhortar a la ciudad a cosificarlo. No vale la pena andar haciendo propaganda a personas como él ¡despreciable bestia de hoy! Mejor promuevan mis estudios, esos si valen y son de sumo interés.
            Ahora que llegue a mi escuela les diré a mis alumnos que el concurso de novela está cerca y que hay que apurarnos para no quedarnos fuera. Me daré un retoque sobre las cejas con mi sombra violeta y untaré mis labios de color azul como las nuevas tendencias de la moda lo marcan. Avisaré a los de seguridad por si el chacal quiere entrar y robarme la rectoría de la universidad. Ahora que es tan famoso puede llegar a ser hasta presidente de la república; ¡que lo pisoteen como el vil animal que es (por qué me dejaste, tonto)!
            Si acaso lo veo mañana que pase por mis recuerdos, le voy a escupir la cara para que aprenda a respetar a las autoridades de la ciudad. Si no lo veo, lo buscaré hasta que reconozca que me ha herido y le cobre una cuantiosa suma de dinero por estropear la vida de una persona tan fina como yo. Quién se ha creído ese animal, acaso cree que su voz me tiembla la memoria; no, yo sé olvidar a los malolientes porque soy persona digna de mi clase. ¡Ay, no, mi pobre animalito! Mejor le digo que sí lo quiero. Te extraño, chacalito, vibrando este corazón que me vive en las noches del cíclope. Ven a mí animal inmundo.
            ¡Silencio todos!
La niña está dormida. Ave maría purísima, sin pecado concebido… ¡ay, Dios, necesito tu ayuda! A ti no puedo engañarte, sabes que no he sido la mejor, que he pecado de corazón, palabra y pensamiento. Sabes que te he ofendido pero también sabes que me lo has permitido ¡ay, Dios! Tengo el más cruel de los miedos alojado en mi cabeza y no puedo sacarlo por más que intente. He querido remediar mis errores pero así como me tienes no se puede; me tienes loca, sin cordura; perdón que te señale pero bien sabes que es culpa tuya. Así, perdiendo lentamente la lucidez no puedo amar como hube amado ¿Por qué, Dios? ¡Explícame! Porque personas tan complicadas como él; a dónde se ha ido la gente normal que ve la infidelidad como algo que pasa y se remedia; a dónde la gente normal que cree en el amor eterno, en el que se declara para siempre; por qué tiene que creer en la eternidad pero no en la constancia de ese sentimiento; por qué hace tales diferencias entre la belleza, el gusto, el querer y el amor ¿Por qué, Dios?
            ¡Ay, este dolor! No me duele tanto el físico aunque es igual de insoportable ¡Haz que crea en mí! En la hija que crece imaginariamente en mí. Tú lo sabes, con nadie más, sólo ha sido él; el otro sólo fue un beso. Sí, lo acepto, en mi mente jamás apareció Cabanhas cuando lo besé ¿Qué hago, Dios mío? Es la muerte. Lo sé, ya de antes podía vislumbrarlo pero qué quieres, así es la vida que me has inventado; porque me hiciste mentirosa y no defensora de la verdad; porque me hiciste liviana y con mucho amor, tú tienes la culpa ¡ay perdón diosito! No quería decirlo.
            Ojalá no pase nada. Qué vana petición porque ya sé que todo empeorará. Ayer vino a verme y se quedó sentado sobre la cama mirándome con nostalgia, me acicaló un poco el miedo y luego se fue. No dijo nada, simplemente me vio como quien se despide muy pese al dolor que por dentro le hiere el alma. Quizás ya no vuelva, Dios mío, y yo tan mal, tan poco a poco loca. Es éste tu castigo, dime, necesito saber. Qué tan grande es mi mal que con la pérdida de la lucidez te voy pagando. Yo que soñaba casarme con mi vestido verde en la iglesia de Santo Domingo, ser una novia normal con una vida normal, una familia normal y todo normal; ahora mira, cada día más demente pensando en él, en Emilho.
            Ya no viene, te lo dije; que por no recuperarme se va para siempre. A qué la vida, Dios, si no se tiene con quién sufrirla o disfrutarla. Tú porque siempre has estado solo, pero yo no, yo necesito de mi otredad ¡Ya cállate! Tu risa me revuelve el pensamiento. No me dejas oír esa canción que me endulzaba el oído. Cómo iba, decía algo así como: cántame / con el corazón / cántame / hazme una canción; sí, así decía con su voz desafinada: cántame / anda que me voy / del otro lado no existe tu voz / y tus caricias / ya la arena borrará / ya no amanece en mis ojos / la noche de tus estrellas… ¿qué más decía? Ves, Dios, te dije que me dejaras escuchar el recuerdo de su voz ¡Cállate! ¡Cállate que me vuelves loca!
            ¿Y nuestra hija, la has matado para alejarlo de mí? Espera. Creo que está durmiendo: a la rorro niña, a la rorro ro, duérmete mi niña que te arrullo yo. No seas malo con ella, si ni te ha hecho nada. ¡Eso! así, cárgala como si fuera tuya, así, bonito ¡No! ¡A tus hijos los podrás crucificar si quieres pero a mi niña no! ¡dámela, no ves que llora! ¡dámela, por favor! ¡dámela que lloro al desear tenerla entre mis brazos! ¡dámela!

            Tocan la puerta, ha de ser él. No cómo crees, si ya nos estamos reconciliando, me invitó al cine, a dar la vuelta como antes; no, ya no, ya no pienso en eso, ahora sólo existe Emilho ¡Pero ábrele!  no vaya a ser como la otra vez que se fue. Pues claro, pensabas que ésta era la primera vez que nos veíamos desde aquella ocasión ¡ay Dios, a veces me sorprende tu credulidad! Pero ya abre. Ves, te lo dije, se fue y esta vez no puedes negar que fue tu culpa. Mejor vete, sí, vete que me tengo que apurar. Apaga la luz que la niña duerme y no hagas ruido al salir porque se espanta, quizás piense que eres un monstruo. Yo qué, así son los pensamientos de los niños. Oye, si lo ves allá afuera dile que entre, que en mi cama hay un espacio y en mi corazón la voluntad de amarlo otra vez.


Aguilar Sánche, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Defensa de un pensamiento trastornado (inédito).

domingo, 17 de julio de 2016

El Infinito

A Chiquini

Tal vez lo hayan notado, las matemáticas no son exactas y mucho menos precisas; basta con observar los infinitos centavos que nos roban en el supermercado o en el cajero automático; incluso el mismo Arquímedes, al pretender encontrar el valor más cercano a π, notó lo apasionante y catastrófico que resultaba para la mente humana pensar que el infinito podía estar contenido en un espacio de micro-magnitud. Y es que la mente humana está tan acostumbrada a pensar el mundo de forma entera y en macro-magnitudes, que todo aquello fuera de esta percepción se convierte en inverosímil. Así pues, nuestros sistemas numéricos están basados en unidades enteras abstractas; sin embargo, existe en el mundo un sistema numérico que tiende siempre a cero, porque de hecho esa es su base numérica: cero.
           “Como sabemos [dice Al-Dei Jubal] existen diferentes bases para nuestros sistemas numéricos variando de cultura en cultura; el nuestro, por ejemplo, tiene una base de diez o, por comparación, la base de los franceses es veinte al igual que la de los pueblos de la antigua mesoamérica. Todos y cada uno de ellos depende de otro sistema para poder ser operativos; así pues, los Mayas y los Aztecas ocuparon el sistema de casillas para sintetizar expresiones de macro-cantidades (que pudieron haber sido infinitas). Algo similar a la expresión quatre-vingt del francés.”
            Esta base numérica de cero es heredada, según Al-Dei, del antiguo libro sagrado Sojar,[1] del cual surgieran muchos de los mitos creacionistas del mundo judeocristiano. Nuestro ilustre músico afirma que las reflexiones más profundas del libro giran en torno al origen del “todo”, como una idea materializada gracias a la capacidad de la lengua para nombrar el mundo. Así, Dios crea el mundo a partir de poder nombrarlo y de poder concretar, en veintidós elementos, sus formas y funciones. Los pasajes más interesantes del libro son: La expulsión de Dios del paraíso y La incapacidad del olvido. El primero cuenta que después de haber creado al hombre y a la mujer, Dios prohíbe alimentarse del árbol de la sabiduría por temor a perder el control sobre su propia creación; no obstante, el problema no es en sí la creación sino lo que él, como Dios, le otorga al hombre como capacidad particular: la razón. Adán, crítico de la situación y atisbando la esclavitud venidera, decide junto con Eva, en franco careo con Dios, comer del árbol y expulsarlo a él de El Paraíso. Según el libro, esto le otorgará al hombre la libertad y el fin del temor. No obstante, sabemos que durante años el hombre de poca decisión ha intentado perdonarlo y concederle la posibilidad de regresar a lo que hubo creado, incluso, una de las artimañas más crueles, que el mismo Dios ha ejecutado para esto, fue ver morir a su supuesto hijo por el vicio en que se hubo convertido el deseo de retornar al hombre.
            El segundo pasaje es el que habla precisamente del cero como base numérica. Una vez expulsado del paraíso, Dios crea el cero como definición de todos y cada uno de los números, es decir, cada uno de ellos vale por el único número que no pueden representar y que es de naturaleza infinita. A diferencia del sistema lingüístico, donde los elementos tienen un orden determinado según sus contextos y carecen de periodicidad aparente, el sistema numérico no está determinado por el contexto y sí presenta periodicidad. Además, en el primero cada elemento vale por oponerse a todos los del sistema aunque entre ellos se pueda crear un discurso que hable de un elemento en particular, es decir, existe la posibilidad de que los elementos nombren a otros del sistema (metalenguaje), en tanto que en el segundo, valen por oponerse a los otros del sistema y por no poder contener en sí mismos ni en combinación a todos los demás. Por ello, el cero es la expresión máxima de todo sistema numérico, no puede representarse con otro número pero éste sí puede representar a todos; cada número que nombramos evoca por adhesión al cero. Luego, cero es igual a “origen”.
            Al-Dei Jubal, en sus reflexiones sobre la base numérica cero, expresa que éste representa a Dios por asociación al origen del todo. Y de igual modo afirma que los religiosos al orar están haciendo una serie de representaciones numéricas con el afán de evocar, atraer y perdonar a Dios, para aceptarlo nuevamente en esa relación creado/creador.         Pese a que el “Dios” mantiene firme su religión humana invocando el perdón dentro de cada número/oración, su existencia se va debilitando. Dice Al-Dei Jubal: escoger un número para ser presencia eterna, no es más que apostar la existencia a la in-concreción, en otras palabras, Dios pensó que la utilidad de los números en los hechos cotidianos de los humanos, haría que lo tuviésemos presente todo el tiempo, sin embargo, parece que no contó con la posibilidad de personas capaces de hacer de los números abstracciones. Los números son eso: conceptos, y por lo tanto el infinito es irracional, Dios es una idea irracional.
           ¿Cuántas veces Dios habrá suplicado al hombre volver a esa relación, se pregunta Al-Dei, si la concepción de los sistemas numéricos en una serie infinita lleva entre cada uno de sus elementos una partición aun más infinita? Los números para Jubal son una relación con el Creador que depende solamente de la concepción humana. ¿Será imposible el olvido si todo remite a la fuente? ¿Acaso estamos debilitando la existencia de esa fuente? No importa la respuesta, Dios firmó su sentencia hacia la tendencia del olvido mediante la irracionalidad de los números. Así todo es irracional como el infinito porque al final de cuentas todo es un concepto.


Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: El Infinito (inédito)


[1] Debo aclarar que no es el mismo que se conoce como “Sohar”, pues éste último fue escrito algunos cientos de años después.

viernes, 27 de mayo de 2016

La lengua de Panini

A Banju Pretikov

Los sistemas de escritura se han conformado a través de los años como representaciones no unívocas entre grafemas y fonemas, sin embargo, gracias a su estudio podemos conocer la evolución que han tenido las lenguas. Por ejemplo, podemos entender que la evolución de los sistemas logográficos (representaciones silábicas por un signo) ha devenido en sistemas alfabéticos (donde signo es a fonema), los cuales permiten relaciones transparentes entre sus unidades acústicas y gráficas. De igual modo podemos notar cómo surgen nuestras palabras de sus antecesoras latinas, específicamente del acusativo, como lobo de lupus o vida de vita.
            Así pues, con este conocimiento, la teoría justa y la voluntad suficiente para hacer un modelo de aprendizaje de L2 revolucionario, basta para que cualquier teórico de la lengua pueda sobresalir en la historia universal humana. Sabemos, hoy en día, que la conciencia fonológica de los hablantes nos lleva a obtener resultados estériles en nuestras pretensiones de enseñanza-aprendizaje de una segunda lengua; no obstante, si nunca hubiéramos conocido la teoría de Banjû le Memoirité, nos sería imposible todo conocimiento profundo sobre ellas. Durante sus años en la universidad estudió la evolución de los sistemas de escritura, así como sus posibles motivaciones culturales que los hicieran surgir. Estudió y fue co-creador de la teoría del Círculo de los Mutantes que afirma de nuestra mente, el contener todas las repuestas. Gracias a esos estudios fue que pudo formular su teoría y modelo sobre aprendizaje de L2.
            Primero, había que reconocerse como producto de un pasado catastrófico y nunca remediable, también como el abandono de ese mismo pasado y el acogimiento continuo del presente. Había que ser consciente de que toda pretensión al conocimiento es una pretensión hedonista, es decir, si la ignorancia se presenta como el extremo negativo de la voluntad para conocer, el deseo por conocer más allá de la necesidad innata del ser humano es mera vanagloria. De igual modo, había que aceptar que el destino existe como producto de la probabilidad y que pese a ello es incalculable. Había que ser lúcidos sobre el hecho de que si existe Dios no es un problema capital para el hombre, puesto que si está dado en el mundo y es finito no importa nuestro quehacer, él es inmutable. Finalmente había que estar convencidos de la teoría de la “Evocación Mental” para facilitar nuestro aprendizaje de L2.
       Banjû le Memoirité realizó varios experimentos de los que destacan los realizados a hispanoparlantes, quines lograron hacer un recorrido histórico-mental y, evitando todo rigor gramatical, aprendieron a hablar, algunos, francés, italiano y latín. Otros, por las pretensiones individuales y la amplia conciencia histórica, aprendieron en un primer estadio español antiguo, galo-portugués, aragonés, leonés, catalán, entre otras lenguas. De hecho hubo muchos resultados gracias a las diferentes formas en que podían interpretarse los principios que se postulaban para el aprendizaje de una segunda lengua.
            Aun así, el resultado más sorprendente fue el del mismo Banjû. Pudo distinguir los sonidos inarticulados de la comunicación animal y les asignó un signo para interpretarlos; además comparó esos sistemas con el de la lengua y estableció puntos semánticos de convergencia. En cuanto a las lenguas naturales aprendió español de la época de Cervantes, fue capaz de leer las Novelas Ejemplares y el Quijote sin titubear en el vocabulario y sin necesitar de las notas al pie de página, que algunas ediciones actuales presentan; habló inglés como si lo hubiese aprendido de Shakespeare, griego de la época de Homero, latín de Octavio, francés de Víctor Hugo, provenzal de Dante, celta Thoriano, alemán, eslavo, ruso, árabe de Tarif ibn Malluk; aprendió ladino, egipcio, bantú, hebreo, arameo, mongol, hindú, tai, lao, birmano. Y fue tal la ayuda de su modelo que logró conectar a las lenguas del indoeuropeo con las amaríndias en un pasado común y así habló: nahuatl, mixteco, otomí, zoltzal, záa, Cluj, cucapá, ayook, maya... El conocimiento que hubo obtenido le permitió descifrar con certeza los libros vedas y el Sojar, el Popol Vhu y los códices mayas, en los que halló la repuesta a muchas interrogantes como la de ¿por qué desaparecieron casi sin dejar rastro?

            Cuando llegó a la conclusión de su vida, surgieron algunas historias que ahora supondremos ajenas a él, aunque cabe la posibilidad de que sean ciertas. Las personas, sobre todo aquellas que lo conocieron, afirman haberlo oído hablar una lengua extraña, una lengua demasiado gutural y sin elementos identificables, sin sistematización aparente y sin articulación definida. Aunque nunca más se le oyó hablarla, las tesis sobre aquella lengua, que ejecutó en ciertas ocasiones, apuntan que fue la primera que existió entre los hombres: pristinus.

Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: La lengua de Panini (inédito).

domingo, 22 de mayo de 2016

Mentalis Evocatio

La inteligencia es subjetiva, de hecho todo en este mundo es subjetivo. Basta con mirar a la persona que esté a nuestro lado, poner un poco de nuestra atención y descubriremos que tengo razón, existe una subjetividad que nos configura a esa persona. Así pues, la inteligencia no es más que una percepción de bondad sobre un sujeto, al cual reconstruimos mentalmente con la gran diferencia de que sobrepasa lo común o el promedio. Pero, quién hace al inteligente, cómo nace, es inteligente de verdad.
           Es sabido, y negado por los obtusos, que aquello a lo que nosotros llamamos realidad o mundo concreto, no existe como tal. Nuestra mente objetiva el mundo mediante tres procesos; primero, reconoce a la realidad como tal a partir de nuestra percepción, es decir, reconoce el punto donde la realidad “es”; segundo, aquello que ha reconocido como realidad y filtrado por la “percepción” pasa al punto de la “abstracción”, donde ya la realidad no es sino lo elemental y necesario para su identificación como tal (aquí se complica el asunto); finalmente, la abstracción que hemos hecho del mundo se interpreta, obteniéndose como resultado el mundo que conocemos, en otras palabras, no ya la realidad sino lo que interpretamos de ella.
           Complicado de entender, ya por los contras que pudiéremos encontrar, como la definición de percepción, abstracción e interpretación; o ya porque nuestra tradición cultural nos impide ver más allá de lo evidente. Ahora bien, si la realidad es una ilusión construida por y para nosotros mismos, cómo estar seguros de no estar solos en el mundo. Miren que las posibilidades se multiplican y todo puede ser. Nada me asegura que la lengua que hablo pertenezca al mismo sistema de la lengua que hablan los demás, puede ser que sólo interpretemos con acierto lo enunciado por el otro y de ahí que existan los malos entendidos cuando no se hace correctamente. Puede ser que lo que digo ni siquiera tenga significado, mas el otro tener la capacidad de entenderme priorizando sobre otros elementos no lingüísticos. Puede que nada exista o que exista sin ser real.
           Dijimos que nosotros mismos construimos la realidad y por ello la configuración que hacemos de las personas las define como tales, como inteligentes, tontos o regulares, además de la configuración que hace la propia persona de sí mismo; sin embargo, esta última es consecutiva y aun más relativa. Ergo, el inteligente puede no ser inteligente sino vivir con una etiqueta falsa que determina sus acciones. Cuáles son los límites que tiene el hecho de que la realidad no sea sino una proyección de lo que nosotros queremos que sea. Hasta dónde se puede llegar si alguien ocupa este conocimiento para beneficio propio.
A mediados del siglo XX, por ahí de la segunda mitad de la década de los 50’s, existió un grupo cultural-estudiantil-internacional de nivel universitario, cuyos integrantes eran: Maribel Viedman, Victor Varr, Raneo Doviallá, Emilho Cabanhas, Al-Dei Jubal, Lilith Pech, Sandy Lee, Quper, Gerad Bù-hau, François Fraternel, José Luis Cortazar y Banjû le Memoiritèr. Este grupo de intelectuales, reconocidos ampliamente hoy por innumerables trabajos filosóficos, musicales, lingüísticos y literarios, creo la teoría llamada “Mentalis Evocatio”, la cual afirmaba que la respuesta a toda interrogante está dada dentro de la mente de cada individuo. Así pues, la verdadera tarea al dar la respuesta no es conocerla sino encontrar las palabras precisas que la evoquen dentro de la mente del que pregunta.
           A pesar de los resultados fallidos que muchos de ellos obtuvieron durante un largo periodo, bien por no comprender del todo la teoría, o bien por sobrevalorarla, tres personajes se distinguen por la facilidad en que la utilizaron. Victor Varr, François Fraternel y Banjû le Memoiritèr lograron comprobar que era posible contestar sin dar la respuesta en el discurso.
         Victor Varr, semiotista de la escuela de París y profesor de semiótica intensiva en la Universidad de Puebla, descubrió que las maravillosas imágenes del poema Primero Sueño son una muestra barroca del mundo natural. Lo asombroso de su trabajo no fue en sí demostrar lo barroco sino desentrañar las formas que nos pierden en los vericuetos de la polisemia y hacernos ver que el poema no es lo barroco pero sí necesariamente debe representar en sus formas a aquello que está describiendo como barroco: el mundo. François Fraternel, realizó varios estudios sobre los portales dimensionales creados sin intención por el hombre, en los que la constante siempre era la predisposición inconsciente del sujeto a descubrir nuevos horizontes de conocimiento. Su trabajo consistió en una serie de entrevistas en las que, mediante una pregunta hacia él mismo de parte del entrevistado, descubría quienes eran las personas más propicias para un viaje inter-dimensional; recordemos que la teoría de la evocación mental afirma que la respuesta a toda interrogante está dentro de nosotros. Finalmente, Banjû le Memoiritèr estableció las bases para el aprendizaje de otra lengua mediante el retroceso histórico en la familia de la lengua madre. Así, las lenguas que fácilmente un hispanoparlante podía aprender eran: el portugués, el aragonés, el catalán, el francés, el italiano, el retrorromano y algunas más que son casi desconocidas.
            Los otros miembros del grupo no se han quedado atrás, sin embargo, existen pocas evidencias de trascendencia en sus trabajos. Alguno de ellos, no recuerdo quién, hizo una tesis doctoral de literatura que habló de la posibilidad de estar ficcionalizados en algún libro, ya sea por un sólo autor o por más de uno; incluso se dice que este mismo personaje publicó un libro a la par de otro grande de la literatura nacido bajo el canto de los tangos.
        Hoy, sin acaparar el mundo científico de las humanidades, continúan sus estudios en las diferentes universidades en que laboran, aunque uno de ellos ha desaparecido sin dejar rastro: Emilho Cabanhas.

Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Mentalis Evocatio (inédito)

miércoles, 18 de mayo de 2016

La sombra

El pensamiento siempre se me ha presentado como un fluir constante que, sin embargo, nunca me lleva a un lugar preciso y mucho menos exacto. Y es que hay que distinguir la esencia entre estos dos términos. Podemos decir que a un número entero como diez le dividimos entre tres, obteniendo dos posibles resultados, el primero de forma decimal 3.333… hasta el infinito, mismo que en su precisión tiende a la exactitud; mientras que el segundo, con una representación diferente: 1/3, está representando en cada uno de sus tercios la división más perfecta que el mundo pueda conocer; las fracciones son la expresión máxima de la exactitud.
            Recuerdo aquella ocasión. La tarde de ese día veía un programa acerca de la relatividad y la física cuántica. Concilié el sueño con las ideas aún revoloteando mi cabeza y, a media noche, vino a mí una voz diciéndome: ¡mira la luz! No puedo negar que en aquel primer contacto con las voces del interior fui víctima del miedo, pero hice caso y caminé hasta la ventana de mi habitación. Afuera hubo la luz de un farol que iluminaba la esquina de mi calle, hubo gente que a esas horas pasó y, ya casi vencido nuevamente por el sueño, hubo un auto que lentamente se accidentó en la esquina que mis cansados ojos vigilaban. Albert habló otra vez: ¿qué has visto, cómo lo has visto?
            Imaginé entonces que el accidente pudo haber ocurrido en un tiempo menos dilatado. Para que hubiese sido así, la sombra de donde salió el auto debió ser menos densa para que la luz de su reflejo me llegara más rápido, y de igual forma menos densa la oscuridad en que me hallaba para que su reflejo pudiese entrar en mis pupilas con mayor fluidez. La luz, que tiene una aceleración constante, hace que se determine el tiempo y la velocidad en que transcurren las cosas. No importa la hora en que sucedió el accidente sino la densidad de la oscuridad y la velocidad en que llegó a mí la luz que lo reflejó. Así, por ejemplo, si suponemos que el choque no fue aquí en la tierra, sino que ha sucedido en algún punto lejano de nuestra galaxia y que aun así nos es posible verlo, entonces, no observaríamos el presente de ese choque, lo que ante nuestros ojos se presentaría sería el pasado del acontecimiento, dilatado o compacto por la densidad del espacio u otras fuerzas existentes en el universo como la gravedad.
            Siempre preciso satisfacer mis dudas, averiguar qué causó el accidente me quita el sueño. Necesito encontrar la manera de viajar en el tiempo. Pienso frente a la ventana. La luz no siempre ha existido mas la sombra sí, luego me sería posible viajar en el tiempo si pudiese convertirme en ella, dado que no es el espacio sino la sombra por donde la luz transita; ese es su medio para evidenciar el correr del tiempo.
            Cómo ser sombra, cómo perder densidad. La mente también es un espacio; indescifrable, compleja y oscura, contiene a todo el universo y por lo tanto es el mejor medio para viajar. Cuando recordamos o soñamos nos acercamos al estado sombra, mismo que nos acelera más rápido que la luz y nos muestra los acontecimientos en un relativo presente. Sin embargo, de las ocho horas o menos que dormimos, ocupamos inconscientemente demasiado tiempo en repetir las imágenes que ya han sido guardadas en la memoria: en la sombra, y por ello no recordamos todos nuestros sueños.
            Duermo; no recuerdo la hora que era, ni el día ni el mes ni el año. Recuerdo haber visto un choque en la esquina de mi calle. Vuelve y ante mis ojos cerrados se presenta ¡He dilatado el tiempo! Pierdo densidad. Sin abrir los ojos comienzo a sentir que mis manos envuelven algo parecido a un tubo. Ellos evitan que mi mente reconozca lo que toco, tan acostumbrado está el sentir que preciso de ver todo cuanto hay para dar testimonio de verdad a la realidad que me comprime. Lentamente comienzo a abrirlos. Ahora puedo ver mis manos sostener un volante. Ya más abiertos me veo, estoy sentado en un auto y avanzo a gran velocidad sobre la calle que vigilaba desde mi ventana. Delante la luz de un farol desgarra la espesura de la oscuridad y se acelera hasta mí mostrando la sombra de alguna persona que en algún tiempo no muy lejano se interpuso en su camino. No puedo negarle este nuevo miedo a mi persona y reacciono como todos hemos de reaccionar ante lo desconocido. Piso el freno a fondo. Derrapo y luego la luz sobre mis ojos se apaga. Un dolor inmenso inunda mi cuerpo, tal vez la sangre pinte el aparatoso accidente de este yo fingido. Con la cabeza sobre el volante abro nuevamente los ojos y ahí estoy, en mi ventana, mirándome.
            No sólo dilaté el tiempo. Me aceleré tanto que alcancé a la luz en un momento muy atrás. Mi forma material y la poca experiencia en estos viajes hicieron de mí un azar que me condujo al cuerpo del conductor. Quizá exista una relación biunívoca entre la mente y la materia que me dirigió a través del espacio hasta este cuerpo que siento ajeno; sin embargo, sé que soy yo y que este cuerpo es el mismo que he tenido toda mi vida. Aun así cabe la duda puesto que, si hubiese caído en otra persona o algún animal, esa relación sería nula, y la voluntad o fijación sobre cualquier objeto del mundo concreto que ha sido mentado sería irrelevante para cualquier tipo de relación personal, ya que el referente concreto no bastaría para presentar la esencia real de aquello a lo que hemos dado un valor afectivo; en mi caso el cuerpo.
            Me veo ahí parado, observando el farol donde me he accidentado, pese a ello ya no puedo avisarme lo catastrófico del viaje puesto que muero en mi nuevo cuerpo. Me alejo de la ventana, qué angustia, he de estar por dormir. La sombra de ese yo en la habitación pasea por las paredes. Quiero salir y decirle: ¡no duermas, por favor, que muero! Pero ya nada puedo. El conocimiento es la ironía de la vida, nunca nos lleva a un buen fin.
            La lámpara de mi habitación parpadea y luego se apaga. Aquí sigo. Mi muerte se ha detenido porque no hay luz ni conciencia que la evidencie.

Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: La sombra.

Nota: Este cuento apareció publicado en la Revista Opción no. 185 del ITAM, agradezco las correcciones que en esa publicación le hicieron al texto, son bastante buenas; sin embargo me sigue gustando más esta versión porque corresponde a la idea-intención que tiene el proyecto en que se encuentra. Ustedes pueden leer ambas, seguro es que les guste más la otra, es como mejor redactada:
https://issuu.com/opcionitam/docs/o_185_lowres

lunes, 16 de mayo de 2016

Janua Sapientiae

La mañana del 8 de junio de 1988 despertó más temprano de lo que regularmente lo hacía. En el reloj la hora era intermitente, porque las pilas se iban acabando y la luz roja de sus números bien podía indicar las cuatro, la una, las siete o las tres, según su voluntad. Aquel miércoles, sentado en la cama esperó a que amaneciera para bajar a desayunar con su madre, pero no lo hizo. Durante su corto sueño había estado en movimiento y hubo perdido uno de sus calcetines. Cuando la madre subió a buscarlo lo encontró saliendo por debajo de la cama con la cara de incertidumbre; no había hallado nada. Durante algunos años estuvo perdiendo objetos que quedaban sobre la cama: más calcetines, muñecos, monedas, canicas… De igual forma en que perdía objetos ganaba escepticismo de parte de su familia y eso le molestó demasiado pues, pese a ser un niño, el sentido de justicia estaba presente en él. Quiso una respuesta.
        De niño supuso que las sombras que veía en su cuarto, aquellas con forma humana, eran las causantes de las desapariciones, de los hurtos sigilosos de cuando dormía. Un día fingió hacerlo y con el reojo vigiló a las sombras de su cuarto, al comenzar a perder la vigilia vio una figura humana y encendió la lámpara de su buró. Su pantalón, chamarra y algunos otros objetos eran los que conformaban a la sombra, y entonces desechó ese supuesto. Pasaron por su cabeza ideas extravagantes como monstruos, alienígenas, gnomos… y conforme crecía las posibilidades se multiplicaban pero no así las respuestas satisfactorias.
            En 1998, un objeto volvió sobre su cama; era uno de los tantos calcetines perdidos hacía diez años atrás. Aunque su madre exigió que tirara los calcetines sin par, prefirió guardarlos pues había en él una manía por la completud de los objetos; si las canicas hubiesen sido dos como unidad seguro conservaría en algún lugar su otredad, sin embargo, en el caso de los objetos perdidos, los únicos que con dos hacían uno eran los calcetines. Buscó el par y los comparó; ahora eran distintos. El que había guardado estaba más viejo que el recién llegado. Se preguntó de nuevo cómo era posible eso que veía.
            Los azares que habían devuelto su calcetín fueron los mismos que le hicieron conocer algunas teorías sobre los portales que transportan a la materia a otro espacio/tiempo. Fue tal el impacto de lo que leyó que quiso probar lo mismo en su casa; colocó una cámara que grabaría durante la noche, antes de dormir colocaría algunos objetos sobre su cama y a la mañana siguiente revisaría el video para saber: 1) si algún objeto desaparecía, o 2) si los objetos seguían ahí, saber si en algún momento de la noche habían desaparecido y aparecido de nuevo. No tuvo éxito.
            Cuando entró a la universidad se aseguró de poder desarrollar sus teorías y escogió la carrera de Física en la Universidad del Estado de Puebla, sin embargo, nadie se aventuraba a realizar dichos trabajos como los que él quería. Así fue que se convirtió en autodidacta y leyó a Einstein y otros físicos cuánticos, leyó las teorías de la relatividad, la de las ondas, la teoría de las cuerdas, la teoría de los agujeros de gusano, incluso conoció los primeros pasos de João Magueijo y de vez en cuando, para solventar sus gastos, se dedicaba a crear programas de PC a pedido, según las necesidades de sus clientes.
Loco, algunas personas lo llamaban así: loco. Aunque nadie sabía que él era el creador de infinidad de objetos que servían y utilizaban desde las casas más pobres hasta las más ostentosas; sus inventos también eran nacionales e internacionales, pero nadie le agradecía. Su inquietud lo conformó como un ser metódico y bastante analítico, su vida como inventor lo iba alejando lentamente de esa fijación que tuvo de niño. El 22 de agosto de 2008, cuando llegó a casa, encontró otro de los objetos que había perdido hacía más de quince años. Al principio sólo tomó el objeto y lo guardó junto con el calcetín que había regresado en 1998; para las cinco de la tarde, un cambio en la presión del aire de su casa hizo que una hoja de papel se levantara de la mesa y deambulara erráticamente por el espacio de la sala hasta caer al suelo. Fue entonces que llegó a su mente aquella idea que fusionaba a la geometría analítica con los eventos de su habitación. Subió a su cuarto y sin mover nada tomó una foto, después empujó la lámpara de su buró y se dispuso a analizar la imagen.
            Esto fue lo que supuso. De igual modo que Ludwig Flamm se dio cuenta de que la ecuación de los agujeros negros permitía una segunda solución y por ende permitía hablar de un agujero blanco como contra parte, es decir, como salida a la entrada representada por el agujero negro; así, Alessandro también supuso que podía existir una determinación que favoreciera la transportación de la materia a otro espacio/tiempo que, por supuesto, era posible conocer. Primero, pensó que el lugar en donde habían desaparecido los objetos podía ser limitado en cuanto a su dimensión, pues todos los objetos que habían sido abducidos estuvieron a los pies de la cama. Segundo, pensó en la posibilidad de que existiera algún tipo de combinación que permitiera la entrada y la salida a ese espacio desconocido, una especie de llave (por ello movió la lámpara para saber si en algo afectaba al fenómeno). Y por último, si había una forma de reproducir el portal él conseguiría saber cuál era y cómo se haría.
            Durante algunos días estuvo analizando la foto en varios de los programas que tenía para poder encontrar un patrón que le diera un poco de luz sobre el problema. Fue en el día de la conmemoración a la muerte de su madre que halló algo. Mediante las sombras que se podían ver en la foto pudo establecer una imagen tridimensional de la cama y plantear una forma exclusiva en que ésta debía permanecer para poder abrir la salida y sólo la salida, porque según la teoría física, la entrada debía tener una otra forma en particular. Tras varios intentos de colocar a la cama como aparecía en la foto, utilizando puntos de origen y planos cartesianos, se dio cuenta de que se trataba de una combinación tridimensional en donde la distancia entre varios de los puntos tendría que hallarse mediante la ligera modificación de la ecuación básica:



          Y las coordenadas fueron infinitas ante la mente humana pero limitadas ante las combinaciones posibles, de igual modo que la teoría de las ondas, cada punto era importante en la conformación de lo que hasta este momento él llamó llave. Una vez descifrada ésta y supuesto que no era la cama sino la cobija la que propiciaba el fenómeno por los pliegues que llegaba a tomar con el movimiento, decidió inventar una tela con nanobots que pudiera, por medio de un ordenador, colocarse en los puntos exactos en que el portal se abría.
          Y volvieron los calcetines, las canicas, algunas cosas que no eran de él, objetos de otras épocas, de otros presentes alternos, nada fuera de este mundo, fotos de personas que desconocía y que le provocaron un sentimiento nostálgico y melancólico por aquellos que las hubiesen perdido, y seguían saliendo objetos, recuerdos… hasta que escuchó una voz del otro lado y un escalofrío recorrió apresurado su cuerpo, como si al escalofrío también le hubiese dado miedo. Esta perturbación no fue provocada en sí por la voz sino porque, gracias a esa posibilidad humana de reconocer los rasgos paralingüísticos del habla, pudo reconocer de igual modo que la voz era de una niña; lo que implicaba que, así como había portales pequeños que podían transportar objetos minúsculos, también los había de tamaños considerables como para poder abducir cosas más grandes: personas. Cuando abrió de nuevo el portal la voz se había ido y se maldijo porque imaginó a la pequeña gritando en aquel lugar desconocido en busca de alguien que pudiera ayudarla, de él que había decidido cerrar por un momento el portal. Esa noche estuvo pensando en la llave de entrada para aquella nueva puerta.
           No es sorprendente saber que la halló. Allá en el barrio del tamborcito, en una esquina solitaria alumbrada por un farol, se encontraba la entrada. Era la noche el momento preciso en que se abría puesto que así son las determinaciones del espacio/tiempo. Se preparó. Cada media hora la salida se abriría por cinco minutos y proyectaría ráfagas de luz hacía el interior con la finalidad de marcar el camino; llevó una lámpara porque no sabía cómo era el universo paralelo y un cuchillo pensando que sería la mejor arma y herramienta que pudiere necesitar. Fue ya entrada la noche que se puso cerca del farol; cobijado por la luz parecía más una sombra que un humano.
         Faltaba poco para que se abriera el portal. A lo lejos las luces de un auto lo sorprendieron, venía a gran velocidad directo a él, pero no quería perder la oportunidad de entrar pues la próxima posibilidad de que abriera esa puerta sería dos años más adelante. Miró su reloj, el auto se acercaba, cada vez más cerca y cada vez menos tiempo. De pronto se escuchó un estruendo y el auto quedó desbaratado sobre el farol. La luz parpadeaba asincopada, el pasajero abrió los ojos y estaba sólo. El rastro de Alessandro era una sombra marcada en el pavimento con la ausencia de vida, con la ausencia de su cuerpo.

Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: Janua Sapientiae (inédito)