El
pensamiento siempre se me ha presentado como un fluir constante que, sin
embargo, nunca me lleva a un lugar preciso y mucho menos exacto. Y es que hay
que distinguir la esencia entre estos dos términos. Podemos decir que a un
número entero como diez le dividimos entre tres, obteniendo dos posibles
resultados, el primero de forma decimal 3.333… hasta el infinito, mismo que en
su precisión tiende a la exactitud; mientras que el segundo, con una
representación diferente: 1/3, está representando en cada uno de sus tercios la
división más perfecta que el mundo pueda conocer; las fracciones son la
expresión máxima de la exactitud.
Recuerdo aquella ocasión. La tarde
de ese día veía un programa acerca de la relatividad y la física cuántica.
Concilié el sueño con las ideas aún revoloteando mi cabeza y, a media noche,
vino a mí una voz diciéndome: ¡mira la luz! No puedo negar que en aquel primer
contacto con las voces del interior fui víctima del miedo, pero hice caso y
caminé hasta la ventana de mi habitación. Afuera hubo la luz de un farol que
iluminaba la esquina de mi calle, hubo gente que a esas horas pasó y, ya casi
vencido nuevamente por el sueño, hubo un auto que lentamente se accidentó en la
esquina que mis cansados ojos vigilaban. Albert habló otra vez: ¿qué has visto,
cómo lo has visto?
Imaginé entonces que el accidente
pudo haber ocurrido en un tiempo menos dilatado. Para que hubiese sido así, la
sombra de donde salió el auto debió ser menos densa para que la luz de su
reflejo me llegara más rápido, y de igual forma menos densa la oscuridad en que
me hallaba para que su reflejo pudiese entrar en mis pupilas con mayor fluidez.
La luz, que tiene una aceleración constante, hace que se determine el tiempo y
la velocidad en que transcurren las cosas. No importa la hora en que sucedió el
accidente sino la densidad de la oscuridad y la velocidad en que llegó a mí la
luz que lo reflejó. Así, por ejemplo, si suponemos que el choque no fue aquí en
la tierra, sino que ha sucedido en algún punto lejano de nuestra galaxia y que
aun así nos es posible verlo, entonces, no observaríamos el presente de ese
choque, lo que ante nuestros ojos se presentaría sería el pasado del
acontecimiento, dilatado o compacto por la densidad del espacio u otras fuerzas
existentes en el universo como la gravedad.
Siempre preciso satisfacer mis
dudas, averiguar qué causó el accidente me quita el sueño. Necesito encontrar
la manera de viajar en el tiempo. Pienso frente a la ventana. La luz no siempre
ha existido mas la sombra sí, luego me sería posible viajar en el tiempo si
pudiese convertirme en ella, dado que no es el espacio sino la sombra por donde
la luz transita; ese es su medio para evidenciar el correr del tiempo.
Cómo ser sombra, cómo perder
densidad. La mente también es un espacio; indescifrable, compleja y oscura,
contiene a todo el universo y por lo tanto es el mejor medio para viajar.
Cuando recordamos o soñamos nos acercamos al estado sombra, mismo que nos
acelera más rápido que la luz y nos muestra los acontecimientos en un relativo
presente. Sin embargo, de las ocho horas o menos que dormimos, ocupamos
inconscientemente demasiado tiempo en repetir las imágenes que ya han sido
guardadas en la memoria: en la sombra, y por ello no recordamos todos nuestros
sueños.
Duermo; no recuerdo la hora que era,
ni el día ni el mes ni el año. Recuerdo haber visto un choque en la esquina de
mi calle. Vuelve y ante mis ojos cerrados se presenta ¡He dilatado el tiempo!
Pierdo densidad. Sin abrir los ojos comienzo a sentir que mis manos envuelven
algo parecido a un tubo. Ellos evitan que mi mente reconozca lo que toco, tan
acostumbrado está el sentir que preciso de ver todo cuanto hay para dar
testimonio de verdad a la realidad que me comprime. Lentamente comienzo a
abrirlos. Ahora puedo ver mis manos sostener un volante. Ya más abiertos me
veo, estoy sentado en un auto y avanzo a gran velocidad sobre la calle que
vigilaba desde mi ventana. Delante la luz de un farol desgarra la espesura de
la oscuridad y se acelera hasta mí mostrando la sombra de alguna persona que en
algún tiempo no muy lejano se interpuso en su camino. No puedo negarle este
nuevo miedo a mi persona y reacciono como todos hemos de reaccionar ante lo desconocido.
Piso el freno a fondo. Derrapo y luego la luz sobre mis ojos se apaga. Un dolor
inmenso inunda mi cuerpo, tal vez la sangre pinte el aparatoso accidente de
este yo fingido. Con la cabeza sobre el volante abro nuevamente los ojos y ahí
estoy, en mi ventana, mirándome.
No sólo dilaté el tiempo. Me aceleré
tanto que alcancé a la luz en un momento muy atrás. Mi forma material y la poca
experiencia en estos viajes hicieron de mí un azar que me condujo al cuerpo del
conductor. Quizá exista una relación biunívoca entre la mente y la materia que
me dirigió a través del espacio hasta este cuerpo que siento ajeno; sin
embargo, sé que soy yo y que este cuerpo es el mismo que he tenido toda mi
vida. Aun así cabe la duda puesto que, si hubiese caído en otra persona o algún
animal, esa relación sería nula, y la voluntad o fijación sobre cualquier
objeto del mundo concreto que ha sido mentado sería irrelevante para cualquier
tipo de relación personal, ya que el referente concreto no bastaría para
presentar la esencia real de aquello a lo que hemos dado un valor afectivo; en
mi caso el cuerpo.
Me veo ahí parado, observando el
farol donde me he accidentado, pese a ello ya no puedo avisarme lo catastrófico
del viaje puesto que muero en mi nuevo cuerpo. Me alejo de la ventana, qué
angustia, he de estar por dormir. La sombra de ese yo en la habitación pasea
por las paredes. Quiero salir y decirle: ¡no duermas, por favor, que muero!
Pero ya nada puedo. El conocimiento es la ironía de la vida, nunca nos lleva a
un buen fin.
La
lámpara de mi habitación parpadea y luego se apaga. Aquí sigo. Mi muerte se ha
detenido porque no hay luz ni conciencia que la evidencie.Aguilar Sánchez, Paul (Pool DunkelBlau), Mutantografías: La sombra.
Nota: Este cuento apareció publicado en la Revista Opción no. 185 del ITAM, agradezco las correcciones que en esa publicación le hicieron al texto, son bastante buenas; sin embargo me sigue gustando más esta versión porque corresponde a la idea-intención que tiene el proyecto en que se encuentra. Ustedes pueden leer ambas, seguro es que les guste más la otra, es como mejor redactada:
https://issuu.com/opcionitam/docs/o_185_lowres
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