Ya sé lo que dirán, que estoy llegando al punto de la obsesión, que debo
salir de este laberinto intentando conocer a otras personas, pero cómo quisiera
que entendieran que no soy yo, que fue ese amor fugaz quien me puso así, que no
es que quiera recordar sino que el mundo mantiene latente ese recuerdo. Vean,
tan sólo.
Fui al mercado y vi
unas naranjas de azúcar, me dieron la prueba y al darle la mordida la sentí a
ella en mis labios, escurriendo en cada gota de su jugo, tan dulce como sus
senos, tan frescos y henchidos que mi lengua jugó con un huesito pensando que
era su pezón. Tenía los ojos bien cerrados y chupaba el jugo de la naranja como
si fuera ella, hasta recuerdo cómo chasqueaba mi boca de ese jugo sensual. “Y papaya,
joven, no va a querer” me dijo el frutero y obvio respondí: ¡a ver la prueba¡
entre arrastrando y temblando la voz. Y la vi, con su centro misterioso y
jugoso, escurriendo esa como lechita mielosa que da la papaya tierna. Le pegué
la nariz a su negro semillar casi púbico y la olí ¡ah! era ella la mañana de
abril en que sus labios fueron una flor abriéndose a mis dedos inquietos, como
cuando niño buscaba el centro de las rosas. Y cuando se volteó el frutero saqué
la lengua salivante y fui engullido de esa felicidad que da el pasar las papilas
gustativas por el borde de su centro, ¡ah que vértigo, Dios mío! y ¡qué delicia
la pequeña semilla de su risa hecha aguas y el espasmódico agitar de su cuerpo!
Quería más frutas: “deme esos melones y guayaba, ¡mmm qué rico…! ¡pero de la
rosadita que esa me trae de encargo! Un mango petacón también y unos duraznos
suavecitos…” ¡Maravilla de coctel! era su piel tersa el durazno al pasarlo por
la mejilla, el cuello, el pecho… melones chinos, qué frío me dio entre las
piernas pero qué candela sobrevino a la sangre; un racimo de uvas que rozaron
mis labios y que lentamente fui comiendo, mordiendo, lambiendo…
Cuando el frutero regresó ya estaba yo hecho un batido sobre las frutas y me
miró sorprendido por la forma en que mi cuerpo se movía en esa masa de mil-sabores;
lo confieso, ella me había excitado demasiado. Y ahí llegaron ustedes. No fui
yo, lo juro, fue ella que está ahí, véala con su rostro fino y malvado. Es ella
que quiere aparecerse en mí, en todo lo que yo quiero. Fue ella, lo juro. Fuiste
tú, que todo me recuerda a ti…
Aguilar Sanchez, Paul (Pool DunkelBlau), La Femme: Todo me recuerda a ti (Colección inédita de cuentos)
Aguilar Sanchez, Paul (Pool DunkelBlau), La Femme: Todo me recuerda a ti (Colección inédita de cuentos)
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